28 de diciembre de 2014

MAJESTADES y GRANDEZAS



La palabra "Majestad" deriva del latín y quiere decir "Grandeza". Los reyes han exigido este tratamiento y el pueblo se lo ha ido otorgando a lo largo de los tiempos. Fue Enrique VIII el primer rey occidental en asumir ese tratamiento al mismo tiempo que ejercía el poder más absoluto de entre todos los reyes ingleses que lo habían sido hasta su llegada al trono, todo ello con la inestimable ayuda de la Iglesia. Un trono que su padre había adquirido ejerciendo el derecho de conquista, es decir lo que hoy se conoce como golpe de estado militar, derrotando por las armas a los ejércitos de Ricardo III. Luego vinieron los matrimonios de conveniencia y llegó a casarse hasta en seis ocasiones, una de ellas con una hija de los muy españoles Reyes Católicos. Como es difícil concebir la "grandeza" sin estar acompañada del "poder", los monarcas siempre tratan de conseguir el mayor poder posible sin reparar en medios ni consecuencias. Así a más poder más grandeza. Una verdadera aberración que se nos explicita simplemente con el recuerdo de Adolf Hitler. Un poder, el de los monarcas, que reside principalmente en la fuerza de sus ejércitos y sus provechosas conquistas, aunque pueblos enteros sean arrasados en exclusivo beneficio de, por lo general, personajes que lejos de ser "grandes" son más bien mediocres.

En España, no sé si hay alguna coincidencia en otros reinos, existe oficialmente desde el reinado de Carlos I el título de "Grande de España". Aunque parezca difícil de creer todavía hoy en España sigue existiendo una corporación que se encarga de "administrar y regular" todo lo relacionado con los Grandes de España, una organización que pagamos entre todos y cuya Diputación de la Grandeza y Consejo están desde 1999 compuestos por el decano y 60 diputados; de éstos 40 y el decano elegidos entre los grandes y 20 elegidos entre los títulos del reino sin grandeza, además hay dos diputados más en representación de cada cuerpo de nobleza, maestranza y por cada orden militar (Real Consejo de Órdenes). El desempeño de los cargos es por cuatro años y sus titulares son reelegibles, todo ello posible gracias al Art.62 de la Constitución de 1978. Artículo que espero y deseo desaparecerá, estoy seguro, cuando la monarquía deje de ser nuestra forma de Estado y de paso Esperanza Aguirre, esa señora que pretende ser alcaldesa de la capital de España tenga que guardar su título de Grande de España en uno de los muchos baúles que a buen seguro tiene en su palacete madrileño. Que una Grande de España pretenda velar por los intereses de un pueblo como el madrileño es un despropósito, que los madrileños le otorguen su voto lo es aún más. Que exista un rey en España ya es de por si un anacronismo, que existan nobles y Grandes de España ya es de traca.

Como no puede ser de otra manera debo aludir en esto de la "grandeza" al actual rey de España. Puede que sea un monarca "grande" por herencia, pero carece absolutamente de poder alguno exceptuando el que pueda ejercer sobre el personal de servicio de su Casa. El discurso que pronunció el pasado día 24 nos viene a demostrar que no es más que un servidor, no de España, si del Gobierno de turno. Un discurso donde la "grandeza" que se le ha otorgado gratuitamente brilló por su ausencia. Perdió la oportunidad de exigir la salida de los mercaderes y ahondó en la herida de los españoles más desfavorecidos pidiéndoles ilusión mientras que estos últimos se enfrentaban a una cena de Nochebuena en un comedor social o contaban las horas que faltaban para la ejecución del desahucio de sus viviendas. Pide esfuerzos contra la corrupción mientras mantiene a su hermana en la lista sucesoria al trono de esta España que "dejó" de ser monárquica para ser Juancarlista y a la que ahora se le impone la obligación de ser Felipista. Mientras que desaparecen de los sumarios judiciales correos electrónicos comprometedores para su regio padre, y puede que hasta para él, nos pide confianza ciega en la justicia. Mientras que el Gobierno Central se querella contra Artur Mas por convocar una consulta ciudadana nos dice que nunca en España se ha disfrutado de una democracia tan amplia como la actual. Mientras que las victimas del franquismo siguen en las cunetas por obra y gracia de Mariano Rajoy nos habla de solidaridad, respeto y hermandad entre todos los habitantes de su reino. Mientras que a más de cien mil enfermos de hepatitis C se les niega el medicamento que les salvará la vida nos habla de progreso y bienestar social. Mientras las nuevas leyes del Partido Popular convierten a las fuerzas de seguridad en un elemento de represión ciudadana nos habla de libertad. Todo un repaso de pintura barata sobre una pared llena de grietas.

De "grandeza" nada de nada.

Benito Sacaluga.


25 de diciembre de 2014

ADIOS INDA, ADIOS




Según la prensa digital Eduardo Inda ha dejado de pertenecer a la nómina del diario "El Mundo". Al contrario de lo que sucedió con Pedro Jota a Inda no le exigen respetar el pacto de no competencia, ese acuerdo que se firma para evitar que el ex empleado ponga en manos de la competencia la formación e información recibida del puesto que deja, un pacto que se fija en años. Por lo visto lo que Inda pueda aportar a otros medios  le trae sin cuidado a "El Mundo" y no me extraña en absoluto, más bien estarán deseando que se incorpore a un nuevo medio, momento que será el inicio de su hundimiento y por tanto la eliminación gratuita de un competidor. Lo que no acabo de entender ni entenderé nunca es como le han aguantado tanto tiempo. Aparte de un agujero negro para la profesión periodística, un agujero donde se condensa todo lo malo que la falta de ética y pudor a veces llena las páginas de los periódicos, Inda es desagradable de ver y oír, leerle rebasa los límites de lo insoportable. Ojalá que su salida de "El Mundo" signifique también su ausencia en los debates televisivos.

Dicen que la salida ha sido pactada y que el despido oficial solo se ha llevado a cabo para justificar una determinada indemnización y si, se ha pactado. El pacto ha sido extremadamente simple, algo así como: Mira Eduardo aquí no puedes seguir ni un solo día más, te damos estos euros por despido improcedente y te largas por las buenas o si lo prefieres nos vemos en los Juzgados de lo Social. Llevas aquí desde 1994 gracias a Pedro Jota y Pedro Jota ya no está ni estará, así que tu verás. Por supuesto Inda se hartará de decir que no ha sido despedido, dirá que no le dejaban trabajar con libertad y que el que se ha ido ha sido él y sin que nadie le obligase.

Pedro Jota ya tiene en marcha su nuevo proyecto editorial, parece ser que se trata de un diario digital para cuyo desarrollo ya ha constituido una sociedad en la que figura su hija como accionista y administradora. Ha conseguido que el Pacto de No Competencia firmado a su salida de "El Mundo" quede cancelado el próximo 31 de diciembre a cambio de unos nada despreciables 1,3 millones de euros que Pedro Jota tenía pendiente de recibir como parte de su liquidación. Se comenta que volverá a repescar a Inda, esta vez para su nuevo proyecto. Aunque no soy precisamente lo que se dice un admirador de Pedro Jota si que creo, estoy seguro, de que es muy inteligente, y sobre todo muy listo. Espero, por su bien y por el de los que nos podamos acercar a su diario que no cometa el error de "fichar" a Inda, sobre todo habiendo como hay un elevado número de excelentes profesionales del periodismo dotados de la ética y el respeto a la profesión y al lector imprescindibles en el oficio, virtudes o cualidades de las que que Inda ni tan siquiera conoce su significado.


Ahora ya solo falta que Francisco Marhuenda  nos deje y de una vez se vaya a dar clase a una universidad sudamericana, tal y como ya dijo que sería su decisión si la izquierda llegase a gobernar en España. La moderación que últimamente está manteniendo en sus ataques a Podemos hace pensar que el todopoderoso Lara le haya dado un toque de atención y hasta es posible que ya anden buscando nuevo director para "La Razón". Según he podido saber a traves de la página de FB ´"La verdad del Pueblo" se habla de (cito textualmente):  "cobros ilegales por parte de unos de los departamentos que dirigía su amigo el Ministro del Interior por hacer el trabajo de vocero...o sea el trabajo sucio". y esto de resultar probado, público y notorio pondría a Marhuenda en la calle.

Inda está en la calle, Marhuenda en la cuerda floja y no cabe duda de que algo tiene que ver Podemos e IU en todo ello, por activa o por pasiva. Los furibundos ataques que los dos adalides de la derecha más rancia han efectuado a la izquierda española, en las personas de Tanía Sánchez, Pablo Iglesias, Cayo Lara o Errejón por citar a los más repetitivos, no han hecho más que conseguir votos para la izquierda y esto a los editores de "El Mundo" y de "La Razón" no les gusta en absoluto, más bien les aterra aunque compartan lo vertido por sus "periodistas", como diría Corleone el despido de Inda y el esperado de Marhuenda no es nada personal, son negocios.

De cualquier forma una buena noticia para el periodismo, a ver si con un poco de suerte el próximo en caer es Carlos Cuesta.


Benito Sacaluga



22 de diciembre de 2014

LA MONARQUIA, EL ETERNO PROBLEMA


A finales de 1.930, Ortega y Gasset publicó un artículo en el diario "El Sol" a cuenta del General Berenguer, sucesor del general golpista Primo de Rivera que con la connivencia del rey Alfonso XIII instaló la dictadura en España en 1.923 

En esos momentos el rey Alfonso XIII pretendía hacer olvidar los años de dictadura militar por él consentida, presentando a Berenguer como una especie de primera transición, de una vuelta a la normalidad política e institucional, de un bálsamo para la decadente monarquía, un gobierno que fue conocido popularmente como la "dictablanda". 

El artículo de Ortega bien podría hoy en día y por supuesto en los años en que se pergeñó nuestra "transición", después de muy ligeras adaptaciones sobre aspectos temporales y numéricos, disfrutar de una actualidad tan pasmosa como real y desde luego su latina frase final es hoy cabecera de la opinión de millones de personas tanto dentro como fuera de España, y todo ello a pesar de que la dictadura sufrida por los españoles en aquella época "solo" fue de siete años y no de más de 40 como es el caso de todos los españoles que aún respiraban en abril de 1939 y de todos sus descendientes.

El articulo, como digo, se publicó a finales de 1930, en el mes de noviembre concretamente, cinco meses después se proclamaba en España la II República.


"El error Berenguer "

No, no es una errata. Es probable que en los libros futuros de historia de España se encuentre un capítulo con el mismo título que este artículo. El buen lector, que es el cauteloso y alerta, habrá advertido que en esa expresión el señor Berenguer no es el sujeto del error, sino el objeto. No se dice que el error sea de Berenguer, sino más bien lo contrario -que Berenguer es del error, que Berenguer es un error-. Son otros, pues, quienes lo han cometido y cometen; otros toda una porción de España, aunque, a mi juicio, no muy grande. Por ello trasciende ese error los límites de la equivocación individual y quedará inscrito en la historia de nuestro país. 
Estos párrafos pretenden dibujar, con los menos aspavientos posibles, en qué consiste desliz tan importante, tan histórico. 
Para esto necesitamos proceder magnánimamente, acomodando el aparato ocular a lo esencial y cuantioso, retrayendo la vista de toda cuestión personal y de detalle. Por eso, yo voy a suponer aquí que ni el presidente del gobierno ni ninguno de sus ministros han cometido error alguno en su actuación concreta y particular. Después de todo, no está esto muy lejos de la pura verdad. Esos hombres no habrán hecho ninguna cosa positiva de grueso calibre; pero es justo reconocer que han ejecutado pocas indiscreciones. Algunos de ellos han hecho más. El señor Tormo, por ejemplo, ha conseguido lo que parecía imposible: que a estas fechas la situación estudiantil no se haya convertido en un conflicto grave. Es mucho menos fácil de lo que la gente puede suponer que exista, rebus sic stantibus, y dentro del régimen actual, otra persona, sea cual fuere, que hubiera podido lograr tan inverosímil cosa. Las llamadas «derechas» no se lo agradecen porque la especie humana es demasiado estúpida para agradecer que alguien le evite una enfermedad. Es preciso que la enfermedad llegue, que el ciudadano se retuerza de dolor y de angustia: entonces siente «generosamente» exquisita gratitud hacia quien le quita le enfermedad que le ha martirizado. Pero así, en seco, sin martirio previo, el hombre, sobre todo el feliz hombre de la «derecha», es profundamente ingrato. Es probable también que la labor del señor Wais para retener la ruina de la moneda merezca un especial aplauso. Pero, sin que yo lo ponga en duda, no estoy tan seguro como de lo anterior, porque entiendo muy poco de materias económicas, y eso poquísimo que entiendo me hace disentir de la opinión general, que concede tanta importancia al problema de nuestro cambio. Creo que, por desgracia, no es la moneda lo que constituye el problema verdaderamente grave, catastrófico y sustancial de la economía española -nótese bien, de la española-. Pero, repito, estoy dispuesto a suponer lo contrario y que el Sr. Wals ha sido el Cid de la peseta. Tanto mejor para España, y tanto mejor para lo que voy a decir, pues cuantos menos errores haya cometido este Gobierno, tanto mejor se verá el error que es. 
Un Gobierno es, ante todo, la política que viene a presentar. En nuestro caso se trata de una política sencillísima. Es un monomio. Se reduce a un tema. Cien veces lo ha repetido el señor Berenguer. La política de este Gobierno consiste en cumplir la resolución adoptada por la Corona de volver a la normalidad por los medios normales. Aunque la cosa es clara como «¡buenos días!», conviene que el lector se fije. El fin de la política es la normalidad. Sus medios son... los normales. 
Yo no recuerdo haber oído hablar nunca de una política más sencilla que ésta. Esta vez, el Poder público, el Régimen, se ha hartado de ser sencillo. 
Bien. Pero ¿a qué hechos, a qué situación de la vida pública responde el Régimen con una política tan simple y unicelular? ¡Ah!, eso todos lo sabemos. La situación histórica a que tal política responde era también muy sencilla. Era ésta: España, una nación de sobre veinte millones de habitantes, que venía ya de antiguo arrastrando una existencia política bastante poco normal, ha sufrido durante siete años un régimen de absoluta anormalidad en el Poder público, el cual ha usado medios de tal modo anormales, que nadie, así, de pronto, podrá recordar haber sido usados nunca ni dentro ni fuera de España, ni en este ni en cualquier otro siglo. Lo cual anda muy lejos de ser una frase. Desde mi rincón sigo estupefacto ante el hecho de que todavía ningún sabedor de historia jurídica se haya ocupado en hacer notar a los españoles minuciosamente y con pruebas exuberantes esta estricta verdad: que no es imposible, pero sí sumamente difícil, hablando en serio y con todo rigor, encontrar un régimen de Poder público como el que ha sido de hecho nuestra Dictadura en todo al ámbito de la historia, incluyendo los pueblos salvajes. Sólo el que tiene una idea completamente errónea de lo que son los pueblos salvajes puede ignorar que la situación de derecho público en que hemos vivido es más salvaje todavía, y no sólo es anormal con respecto a España y al siglo XX, sino que posee el rango de una insólita anormalidad en la historia humana. Hay quien cree poder controvertir esto sin más que hacer constar el hecho de que la Dictadura no ha matado; pero eso, precisamente eso -creer que el derecho se reduce a no asesinar-, es una idea del derecho inferior a la que han solido tener los pueblos salvajes. 
La Dictadura ha sido un poder omnímodo y sin límites, que no sólo ha operado sin ley ni responsabilidad, sin norma no ya establecida, pero ni aun conocida, sino que no se ha circunscrito a la órbita de lo público, antes bien ha penetrado en el orden privadísimo brutal y soezmente. Colmo de todo ello es que no se ha contentado con mandar a pleno y frenético arbitrio, «sino que aún le ha sobrado holgura de Poder para insultar líricamente a personas y cosas colectivas e individuales. No hay punto de la vida española en que la Dictadura no haya puesto su innoble mano de sayón. Esa mano ha hecho saltar las puertas de las cajas de los Bancos, y esa misma mano, de paso, se ha entretenido en escribir todo género de opiniones estultísimas, hasta sobre la literatura que los poetas españoles. Claro que esto último no es de importancia sustantiva, entre otras cosas porque a los poetas los traían sin cuidado las opiniones literarias de los dictadores y sus criados; pero lo cito precisamente como un colmo para que conste y recuerde y simbolice la abracadabrante y sin par situación por que hemos pasado. Yo ahora no pretendo agitar la opinión, sino, al contrario, definir y razonar, que es mi primario deber y oficio. Por eso eludo recordar aquí, con sus espeluznantes pelos y señales, los actos más graves de la Dictadura. Quiero, muy deliberadamente, evitar lo patético. Aspiro hoy a persuadir y no a conmover. Pero he tenido que evocar con un mínimum de evidencia lo que la Dictadura fue. Hoy parece un cuento. Yo necesitaba recordar que no es un cuento, sino que fue un hecho. 
Y que a ese hecho responde el Régimen con el Gobierno Berenguer, cuya política significa: volvamos tranquilamente a la normalidad por los medios más normales, hagamos «como si» aquí no hubiese pasado nada radicalmente nuevo, sustancialmente anormal. 
Eso, eso es todo lo que el Régimen puede ofrecer, en este momento tan difícil para Europa entera, a los veinte millones de hombres ya maltraídos de antiguo, después de haberlos vejado, pisoteado, envilecido y esquilmado durante siete años. Y, no obstante, pretende, impávido, seguir al frente de los destinos históricos de esos españoles y de esta España. 
Pero no es eso lo peor. Lo peor son los motivos por los que cree poderse contentar con ofrecer tan insolente ficción. 
El Estado tradicional, es decir, la Monarquía, se ha ido formando un surtido de ideas sobre el modo de ser de los españoles. Piensa, por ejemplo, que moralmente pertenecen a la familia de los óvidos, que en política son gente mansurrona y lanar, que lo aguantan y lo sufren todo sin rechistar, que no tienen sentido de los deberes civiles, que son informales, que a las cuestiones de derecho y, en general, públicas, presentan una epidermis córnea. Como mi única misión en esta vida es decir lo que creo verdad, -y, por supuesto, desdecirme tan pronto como alguien me demuestre que padecía equivocación-, no puedo ocultar que esas ideas sociológicas sobre el español tenidas por su Estado son, en dosis considerable, ciertas. Bien está, pues, que la Monarquía piense eso, que lo sepa y cuente con ello; pero es intolerable que se prevalga de ello. Cuanta mayor verdad sean, razón de más para que la Monarquía, responsable ante el Altísimo de nuestros últimos destinos históricos, se hubiese extenuado, hora por hora, en corregir tales defectos, excitando la vitalidad política persiguiendo cuanto fomentase su modorra moral y su propensión lanuda. No obstante, ha hecho todo lo contrario. Desde Sagunto, la Monarquía no ha hecho más que especular sobre los vicios españoles, y su política ha consistido en aprovecharlos para su exclusiva comodidad. La frase que en los edificios del Estado español se ha repetido más veces ésta: «¡En España no pasa nada!» La cosa es repugnante, repugnante como para vomitar entera la historia española de los últimos sesenta años; pero nadie honradamente podrá negar que la frecuencia de esa frase es un hecho. 
He aquí los motivos por los cuales el Régimen ha creído posible también en esta ocasión superlativa responder, no más que decretando esta ficción: Aquí no ha pasado nada. Esta ficción es el Gobierno Berenguer. 
Pero esta vez se ha equivocado. Se trataba de dar largas. Se contaba con que pocos meses de gobierno emoliente bastarían para hacer olvidar a la amnesia celtíbera de los siete años de Dictadura. Por otra parte, del anuncio de elecciones se esperaba mucho. Entre las ideas sociológicas, nada equivocadas, que sobre España posee el Régimen actual, está esa de que los españoles se compran con actas. Por eso ha usado siempre los comicios -función suprema y como sacramental de la convivencia civil- con instintos simonianos. Desde que mi generación asiste a la vida pública no ha visto en el Estado otro comportamiento que esa especulación sobre los vicios nacionales. Ese comportamiento se llama en latín y en buen castellano: indecencia, indecoro. El Estado en vez de ser inexorable educador de nuestra raza desmoralizada, no ha hecho más que arrellanarse en la indecencia nacional. 
Pero esta vez se ha equivocado. Este es el error Berenguer. Al cabo de diez meses, la opinión pública está menos resuelta que nunca a olvidar la «gran vilt`» que fue la Dictadura. El Régimen sigue solitario, acordonado como leproso en lazareto. No hay un hombre hábil que quiera acercarse a él; actas, carteras, promesas -las cuentas de vidrio perpetuas-, no han servido esta vez de nada. Al contrario: esta última ficción colma el vaso. La reacción indignada de España empieza ahora, precisamente ahora, y no hace diez meses. España se toma siempre tiempo, el suyo. 
Y no vale oponer a lo dicho que el advenimiento de la Dictadura fue inevitable y, en consecuencia, irresponsable. No discutamos ahora las causas de la Dictadura. Ya hablaremos de ellas otro día, porque, en verdad, está aún hoy el asunto aproximadamente intacto. Para el razonamiento presentado antes la cuestión es indiferente. Supongamos un instante que el advenimiento de la dictadura fue inevitable. Pero esto, ni que decir tiene, no vela lo más mínimo el hecho de que sus actos después de advenir fueron una creciente y monumental injuria, un crimen de lesa patria, de lesa historia, de lesa dignidad pública y privada. Por tanto, si el Régimen la aceptó obligado, razón de más para que al terminar se hubiese dicho: Hemos padecido una incalculable desdicha. La normalidad que constituía la unión civil de los españoles se ha roto. La continuidad de la historia legal se ha quebrado. No existe el Estado español. ¡Españoles: reconstruid vuestro Estado! 
Pero no ha hecho esto, que era lo congruente con la desastrosa situación, sino todo lo contrario. Quiere una vez más salir del paso, como si los veinte millones de españoles estuviésemos ahí para que él saliese del paso. Busca a alguien que se encargue de la ficción, que realice la política del «aquí no ha pasado nada». Encuentra sólo un general amnistiado. 
Este es el error Berenguer de que la historia hablará. 
Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestro conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo! 
Delenda est monarchia.-  (La monarquía está acabada)

Ahora y atendiendo a las modas dialécticas, repitan conmigo:

 ¡Españoles, nuestro Estado no existe! ¡Reconstruyamoslo!


Benito Sacaluga.

15 de diciembre de 2014

CRISIS




Rajoy y sus palmeros nos dicen que la crisis se ha acabado y tienen razón. Una crisis, sea de la naturaleza que sea, tarde o temprano deja de serlo, bien por que se consiga volver a la normalidad, al estado de cosas que existía antes de producirse o bien por que la crisis se transforma en la normalidad. En nuestro caso la crisis ha desaparecido al convertirse en un estado de cosas que ha venido para quedarse, se ha cronificado. Ya no hay esperanzas de recuperación y por tanto la crisis como cambio traumático ha desaparecido.

Poco a poco vamos viendo como normal y hasta aceptable que los salarios sean poco más que una dádiva, que los derechos adquiridos hayan desaparecido y que nuestras aspiraciones se limiten a una supervivencia más o menos digna. Viendo a indigentes morir en la calle hacemos bueno aquello de que podríamos estar peor y nos resignamos a permanecer al pairo de una corriente de aire envenenado que también poco a poco nos ira despojando de nuestra capacidad de reacción. El animal salvaje sufre la crisis mientras dura su domesticación, una vez concluida ésta, una vez amansado, ya no la percibe y se muestra totalmente dispuesto a ser mantenido preso, a ser esclavizado a cambio de lo mínimo necesario para su supervivencia, renunciando a todo aquello que en el momento de su captura le era propio. Cuando Rajoy dice que la crisis ha terminado lo que quiere decir, simple y llanamente, es: "Esto es lo que hay y punto, iros haciendo a la idea".

De poco valen los millones de comentarios que cada día se dejan ver por las redes sociales sin que finalmente se traduzcan en una respuesta efectiva y decidida en las calles. En lugar de manifestar nuestra indignación de forma contundente optamos por refugiarnos en el resultado de unas elecciones para las que aún falta más de un año y un año es mucho tiempo sobre todo para aquellos que más están sufriendo las acciones del gobierno y las inacciones del principal partido de la oposición. Un año es mucho tiempo, el suficiente para que el aparato politico ponga en marcha sus órganos de propaganda y por medio de datos manipulados y promesas que no cumplirán haga ver a muchos votantes la conveniencia de que nada cambie.

Es mucho lo que está en juego para la clase política tradicional, si una izquierda sin complejos llega al poder el proceso constituyente que tanto tiempo llevamos esperando ( desde 1939) deberá hacerse realidad para que las cosas vuelvan a su sitio, a ocupar ese lugar que les fue arrebatado por la fuerza de unas armas que los capitalistas de entonces y de hoy compraban y compran para garantizarse sus extraordinarios privilegios.

Afirman desde la derecha que los ciudadanos nos dejamos embaucar por las soflamas de la izquierda, que nuestro apoyo a determinados partidos traerá el caos, y lo hacen sin darse cuenta de que la izquierda española no son los partidos que a ella dicen pertenecer, sin darse cuenta de que la izquierda natural está compuesta por la clase trabajadora aunque muchos trabajadores no quieran verlo y se suban al carro del conformismo mientras miran hacia otro lado para no percibir las injusticias que asolan las vidas de la mayoría, y este conformismo es sin duda la sangre que riega las venas del capitalismo, como comprender si no que un partido politico nacido a la sombra protectora del franquismo consiga diez millones de votos.

Nuestra democracia aparte de mutilada esta podrida, ya no sirven podas por muy extensivas que estás puedan ser. Lejos de ser la garantía de los derechos ciudadanos la Constitución de 1978 se ha convertido en el manual  perfecto para la impunidad de la monarquía, de la clase política y del capital, y por tanto la mal denominada Carta Magna debe ser reescrita desde su primer artículo, solo así podremos recuperar la esperanza en un futuro prospero, justo y por tanto digno para nosotros y para nuestros descendientes. Debemos actuar y debemos hacerlo con contundencia.

Desgraciadamente hoy no disponemos de ilustres intelectuales que defiendan la lucha contra el orden establecido mediante la unión de la izquierda, tal y como Rafael Alberti y su compañera María Teresa León junto a nombres como los de José Bergamín, Miguel Altolaguirre, Miguel Hernández, Buero Vallejo, Luis Cernuda, León Felipe, Antonio Machado, o Buñuel que apoyaron decididamente al Frente Popular de 1936, apoyo que quedó físicamente para la historia gracias al Manifiesto de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura del 30 de julio de 1936 en el que afirman:
“declaramos  nuestra identificación plena y activa con el pueblo que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular”
y estas ausencias son a mi modo de ver la demostración palpable de otra crisis, de una crisis de valores por parte de los abanderados de la cultura que se dicen de izquierdas, mientras que a la derecha no le faltan sus pemanes, los tiene a cientos.

Puede que finalmente la izquierda se reúna y será entonces cuando, al igual que sucedió en 1936,  los poderes de la derecha y el clero ataquen de nuevo, pero me temo que hoy no podremos volver a leer ni oir lo que el Manifiesto Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura declaró en su acta de constitución:
Se ha producido en toda España una explosión de barbarie... Este levantamiento criminal de militarismo, clericalismo y aristocratismo de casta contra la República democrática, contra el pueblo, representado por su Gobierno del Frente Popular, ha encontrado en los procedimientos fascistas la novedad de fortalecer todos aquellos elementos mortales de nuestra historia... Contra este monstruoso estallido del fascismo... nosotros, escritores, artistas, investigadores científicos, hombres de actividad intelectual... declaramos nuestra identificación plena y activa con el pueblo, que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular...
Quizás sea este el fin de la crisis a la que Rajoy alude, ha conseguido aborregar hasta aquellos que siempre han sido sus detractores, aunque también quizás el revoloteo de las palomas de Alberti o Picasso consiga hacerles despertar.

Benito Sacaluga


5 de diciembre de 2014

BANKIA ATACA DE NUEVO




Miguel Blesa, ese amigo íntimo de Aznar al que colocaron de presidente de Caja de Madrid y convirtieron en nuevo rico a costa de cargarse una institución con siglos de antigüedad y buen hacer en pro de sus ahorradores, consiguió que los ahorradores, se convirtieran en clientes a secas y sus ahorros se transformaran en humo gracias a la hoguera incontrolada de eso que llamaron participaciones preferentes. Descabezado Blesa las riendas de la Caja las toma otro amigo de Aznar, Rodrigo Rato. Lo primero que hace el nuevo y flamante presidente es colocarse una corbata verde, hacer sonar una dorada campana y convertir a los clientes en accionistas de un engendro financiero denominado Bankia. Como era previsible las acciones comenzaron a caer en Bolsa al poco de comenzar a cotizar y los accionistas vieron impotentes como los ahorros de toda una vida desaparecían como por arte de magia. Otros, que ni pasábamos por allí, sin ser ahorradores, ni clientes, ni accionistas, tuvimos que hacer un escote y meterle a Bankia casi 30.000 millones de euros, unos miles de millones que estarán años y años, saliendo de nuestros impuestos. 

Los afectados por las preferentes andan de juzgado en juzgado, reconociendo su ignorancia y candidez con tal de recuperar su dinero. Lo que no sé es lo que van a alegar los accionistas de Bankia ahora que se sabe que la emisión de las acciones, la salida a Bolsa del engendro, estaba soportada por un engaño de tales proporciones que más bien parece haber sido urdido por la familia Ruiz-Mateos que por Rato, recordemos que Rodrigo fue ministro de economía y artífice de la gran burbuja financiera que nos ha llevado a todos a la ruina, bien, pues en Bankia hizo lo mismo, crear una burbuja a base de manejos contables que para si hubiera querido dominar Andrew Dufresne cuando le hacia las cuentas al alcaide en esa excelente película que es Cadena Perpetua.

Descubierto el engaño ahora toca a los engañados intentar recuperar sus dineros, los despachos de abogados, que desde 2011 vienen llevando casos contra Bankia por su salida a Bolsa, se frotan hoy las manos ante el negocio que se les avecina representado ante la justicia a miles, cientos de miles de accionistas timados según los peritos del Banco de España. Unas acciones que los accionistas compraron por más de tres veces y media su valor y que hoy están por los suelos y bajando. En definitiva miles de millones de euros en el aire, desaparecidos. Unos títulos cuyo valor en 2013 fue fijado por Bruselas en un céntimo de euro. El capital en esas fechas de Bankia, 1.993 millones de acciones, pasó a valer unos 20 millones de euros. Después, se convirtieron los bonos convertibles que el FROB, a través de la matriz BFA, inyectó en Bankia por 10.700 millones. También se sumaron los 4.800 millones que aportaron los propietarios de preferentes y bonos, lo que hizo un total de unos 15.500 millones de capital. Este dinero a un céntimo por título, supone la increíble cifra de 1,5 billones de acciones. Bankia batió otro récord, esta vez mundial, con ese astronómico número de títulos. Le seguiría, de lejos, el Agricultural Bank of China, con 294.000 millones de títulos, y el ICBC chino, con 263.000 millones de acciones. En Europa la empresa que más se le acercó fue el también nacionalizado Lloyds, del Reino Unido, con 70.000 millones de acciones.

Ya hay quien dice que el Estado, o sea los españoles, debe ser considerado responsable civil de la estafa, ya que era su deber asegurarse de la bondad de las cuentas de Bankia en el momento de su salida a Bolsa. Vamos que hasta es posible que el agujero lo tengamos que tapar con nuestros impuestos, bien en cash con subidas impositivas, bien con nuevos recortes en los servicios básicos o bien con cargo a nuevas emisiones de deuda pública. Menos mal que como la justicia española es muy lenta muchos moriremos antes de que nos atraquen nuevamente para sacar del bache a bancos, banqueros y “bankeros”.

Después de lo de las preferentes, la salida a Bolsa y demás escándalos como, por ejemplo, el de las tarjetas Black, no acabo de entender como todavía hoy existe alguien que tenga su dinero, poco o mucho, en Bankia, no digamos ya un Plan de Pensiones, con gestores como los de este banco puede que a la hora de jubilarse e ir a retirar el producto del Plan en lugar de recibir dinero les toque ponerlo. Claro que siempre podrán reclamarle al Estado, pero esta vez no podrán alegar ignorancia, que Bankia es una entidad de alto riesgo lo sabe todo el mundo, o lo debería saber y no olvidemos tampoco que actualmente el Gobierno (Partido Popular) es quien ostenta el poder en Bankia al ser el Estado su mayor accionista y esto de por si ya eleva el riesgo hasta hacerlo inasumible. 

Benito Sacaluga.