A nivel general los partidos denominados de izquierdas ven como lógico y natural que los votos de la clase trabajadora deberían ser para ellos en un porcentaje muy alto. Si esto fuese así parece correcto afirmar que la alternancia en el gobierno se produciría siempre entre partidos de izquierda o centro-izquierda en cualquier caso. Teniendo en cuenta la vocación laica de estos partidos políticos es igualmente lógico suponer que un porcentaje nada despreciable (cada día menor) de la clase trabajadora optaría por entregar su voto a aquellos partidos de centro que se encontrasen vinculados a la democracia cristiana. Lo que no cabe suponer como lógico es que los proletarios regalen su voto a partidos conservadores, de derecha o de extrema derecha, por supuesto católicos. Algo muy similar podemos observar en España en relación con el debate monarquía-república, debate en el que son las fuerzas de la izquierda, con la excepción manifiesta del PSOE, las que abogan por la República frente a la defensa a ultranza de la monarquía que ejerce desde 1975 el Partido Popular en obligado respeto a los deseos de su admirado y fallecido caudillo.
A pesar de lo anterior, en España es hoy por hoy la derecha dura y católica la opción más votada de entre todos los partidos que concurren en unas elecciones. Me atrevo a asegurar que de todos los motivos que desvían el voto de la clase trabajadora a los partidos aliados del capitalismo, hay dos que para mi son esenciales.
El primero es consecuencia de una ausencia de conocimiento o información de lo que son y pretenden los partidos de izquierdas. El segundo es, en España, una derivada del franquismo enraizada en el pueblo día a día durante los 40 años de existencia de una dictadura militar que inculcó en la mayoría de la sociedad española la demonización de la República y del comunismo y la exaltación de los postulados de un nacionalcatolicismo extremo. Los que vivieron la guerra y los que sufrieron las calamidades de la posguerra preferían paz y comida a una democracia que desde los vencidos se veía totalmente inalcanzable y desde el lado de los vencedores como un peligro a combatir. La mano de hierro del aparato franquista impedía cualquier oportunidad de revolución mientras que Europa y Estados Unidos miraban para otro lado y utilizaban la dictadura franquista en su propio beneficio. Aquellos que comulgaban con el franquismo a su vez lo impusieron en sus familias durante varias generaciones y una vez desaparecido el genocida sus herederos lo hicieron y lo siguen haciendo con sus descendientes, convirtiéndose sin darse cuenta en prisioneros de una cárcel sin muros ni rejas. Aquellos españoles que lograron evadirse del lavado de cerebro franquista y aquellos otros que una vez muerto el dictador tuvieron la ocasión de saborear la posibilidad de vivir en libertad fueron los que en 1982 consiguieron que un partido de izquierdas se hiciese cargo del gobierno del país.
Para intentar cambiar hacia la izquierda la intención de voto de esa clase trabajadora que aún hoy sigue manteniendo en el poder al Partido Popular, voy a resumir a continuación un excelente cuento de Jorge Bucay:
(1) "....Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacia gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales...Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la cadena y huir en busca de su libertad. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Que lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?
Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explico que el elefante no huía por que estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: "Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?".
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como, para encontrar la respuesta correcta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a la cadena desde que era pequeño, muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imagine al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca e intentado soltarse con todas sus fuerzas sin conseguirlo. Lo intentó y lo intentó hasta que aceptó su impotencia y aceptó su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente este recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza".
Esto es lo que en parte motiva el voto de los trabajadores a un partido de derechas, viven condicionados por el recuerdo de una guerra, de una dictadura, de un anti republicanismo feroz y aceptan las cadenas a pesar de que les impiden ser libres. Cuando a veces sienten los grilletes y hacen sonar las cadenas, miran de reojo la estaca y piensan: No puedo, nunca podré...además aquí estoy bien.
Acabemos ya de una vez con estas imaginarias cadenas. Los absolutistas partidarios de Fernando VII de Borbón gritaban a su paso : !Vivan las cadenas¡, no hagamos nosotros lo mismo con su descendiente Felipe VI.
Benito Sacaluga
(1) Extractado de "El elefante encadenado". Déjame que te cuente. Jorge Bucay. ISBN: 978-84-9298-187-8. RBA Editores
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