Dicen los que le conocían, y dicen "sus" biógrafos, que Franco era una persona austera. Los historiadores dicen lo mismo de Adolfo Hitler. Puede que sea cierto en ambos casos. Franco bien pudo instalarse en el Palacio Real de Madrid, tentación a la que Azaña sucumbió, pero el dictador prefirió otro palacio, un magnífico pabellón de caza de los Austria, y se fue a vivir a El Pardo, a un monte a las afueras de Madrid, hoy en día integrado como distrito de la capital.
Cuando el primer borbón Felipe V, visitó el pabellón, allá por 1701, dijo que le parecía anticuado e inhóspito y lo reformó a lo grande. Luego llegaron "los Carlos"y los "Alfonsos" y siguieron con las reformas, allí, como Felipe, pasaban todos parte de los inviernos pegando escopetazos a los venados. Luego llegó la República y el ya palacio fue integrado en el Patrimonio de la República. Llegó la guerra y se convirtió en el cuartel general de la 5.ª División del Ejército republicano. Por fin llegó Franco y volvieron las reformas, terminadas estas Francisco y Carmen lo convirtieron en su residencia, y Francisco siguió pegando escopetazos a los venados durante 36 años. Allí se casó su única hija, Carmencita, y allí nacieron los nietos de Francisco, esos que hoy andan poniendo pegas a que su querido abuelo sea sacado del Valle.
Luego el dictador marchó a Cuelgamuros a reunirse con su dios y el Palacio fue abierto al público como un testimonio de la vida cotidiana del difunto dictador. Largas colas de boquiabiertos españoles esperaban turno para poder tocar con sus propias manos la mesa donde el dictador firmaba las sentencias de muerte. Todo un éxito de público que la familia de Francisco agradecía, en la distancia, la lealtad del pueblo español para con quién les sometió durante 40 años.
Al poco llegó lo que algunos llaman Transición y volvieron las reformas. El Palacio se convirtió en el alojamiento de los jefes de estado extranjeros que visitaban Madrid, ninguno de ellos protestó, que se sepa, al ser allí alojado, una de dos, o desconocían su historia o les iba el morbo. Aprovechando unos días en los que el Palacio estaba sin inquilinos, el príncipe Felipe, hoy Felipe VI, lo escogió para la ceremonia de petición de mano de su amada Leticia, y allí también celebraron la cena para los amigotes previa a la real boda. Leticia no dijo nada, Felipe tampoco y Juan Carlos reía, en la distancia, al lado de Rajoy, o al revés, mientras los ciudadanos pagábamos viandas, mesa y mantel. Bien, pues ahí sigue el palacio de Franco, no pasó lo mismo con el Nido del Águila (Kehlsteinhaus) de los Alpes bávaros.
Ahora, parece que a raíz de la pretensión de exhumar los restos del dictador, la sociedad española se extraña de que los franquistas se hayan echado masivamente a la calle gritando eso de !Arriba España¡ y ¡ Franco, Franco, Franco! mientras gritan el "Cara al Sol".
La izquierda arremete contra la existencia de símbolos franquistas y pide su eliminación sin contemplaciones, eso hacen ahora. No lo hizo el PSOE durante aquellos casi trece años que estuvo en el poder, la mayor parte de ellos con mayoría absoluta en Congreso y Senado, periodo durante el cual mantuvo a salvo el Valle y El Pardo, para alegría y regocijo de los franquistas de viejo y nuevo cuño.
Andan ahora buscando la manera de sacar a Franco del Valle, eso si, siempre y cuando la familia del dictador, la Iglesia Católica y los franquistas estén de acuerdo. Por si alguien faltaba en este circo llega Felipe Gonzalez y dice que antes que una República preferiría la vuelta de Franco, que animal. Repito, no me extraña que los amantes del dictador estén echando un pulso al Gobierno y a la democracia.
Ya que parece que la cosa de la exhumación de Francisco va en serio, o al menos eso dicen, y teniendo en cuenta la supuesta austeridad que adornaba al dictador, esos nietos que tanto le quieren bien podrían llevárselo en respetuoso silencio, y darle sepultura en cualquiera de las muchas fincas que el dictador les procuró, y dejar así de darnos la vara con lo de su abuelo.
Y repito, ya que parece que la cosa va en serio, bueno sería que se llevase a cabo la demolición total del Valle, una vez retirados de su interior los restos de aquellos a los que Franco, de una u otra forma, quitó la vida. Y vuelvo a repetir, ya que parece que la cosa va en serio, también sería bueno que el palacio de El Pardo fuera totalmente demolido una vez retiradas las numerosas obras de arte, punturas y tapices, que cuelgan de sus paredes. El día que ambas actuaciones se lleven a cabo, (dudo mucho que ese día llegue), será para mi el día uno de la verdadera Transición, el día dos, y último, será cuando nuestro jefe del estado pueda ser elegido por los ciudadanos.
Soñar es gratis.
Benito Sacaluga.
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