26 de febrero de 2014

FAMILIAS DE ACOGIDA







Ahora que todos estamos más o menos tiesos, aunque algunos ya hayamos pasado de la rigidez ocasionada por el frío económico para situarnos en la flacidez de una autentica mierda recién expulsada, nuestros gobernantes varios se afanan en loar a la institución familiar como recipiente de salvadora acogida de aquellos sus componentes a los que ya lo único que les queda para poder seguir en su estado de muertos vivientes es la practica de la mendicidad en cualquiera de sus variantes conocidas.

Las familias de acogida modernas ya no atienden únicamente a niños del Sahara o Mauritania,( siempre me he preguntado porque no de los suburbios de, por ejemplo, Almería) a los que convierten en sus más queridos hijos a cambio de llenar sus vidas por unos meses y proporcionarles el placebo solidario, niños que acogen de forma voluntaria sin escatimar en medios ni esfuerzos. Otra variante se da actualmente, acoger al desgraciado/a de la familia que a pesar de no haber hecho nada por conseguirlo se ha convertido en pobre oficial, tan pobre que en algún momento ha pensado en saltar la valla de Ceuta en dirección Marruecos para vender su DNI a cambio de productos típicos de Chauen. Esta acogida del familiar pobre oficial no se hace de forma ilusionada y voluntariamente provocada, sino que se hace por esa obligación no escrita que hipócritamente forma parte teórica de la definición de la familia como pilar de la sociedad. El acogido niño del Sahara tiene fecha de caducidad, el pobre español no.

Realmente la acogida del familiar pobre es un gran problema, más aún si el acogedor no goza de una situación económica desahogada. Desde el primer momento en que el intruso deposita su escaso equipaje en la cama mueble de su familiar, éste empieza a contar las horas que faltaran para que un golpe de suerte favorezca al recién llegado y así pueda desaparecer eternamente agradecido.

Pasadas algunas semanas el intruso por necesidad empieza a perder lo único que le quedaba: la dignidad. El ambiente se enrarece y termina por darse cuenta de que es un autentico estorbo para el ejercicio del egoísmo de su patrón/a. En silencio en la desplegada cama mueble, una cama que ahora nadie se alegra de haber comprado, el pobre entiende que debe plantearse su salida, pero ¿ a donde?, no obstante y a pesar de que sabe que la incógnita no es despejable, su cerebro realiza complicados ejercicios de cálculo de fantasiosas posibilidades, unos cálculos que siguen en funcionamiento una vez que el sueño ha vencido a la inútil y larga velada.

Los días pasan convirtiéndose en un continuo desperdicio, la caritativa comida no consigue ya superar el paso por el gaznate a causa de los reproches sobre su falta de capacidad para, simplemente, pagarse los alimentos. Los días, horas y minutos pasan a ser un martirio personal, silencioso y eficaz que solo acaba cuando la dignidad renace haciendo sucumbir a la impotencia. Un día cualquiera el pobre miente como nunca ha mentido y dando saltos de alegría anuncia que un antiguo amigo, rico y sobrado de pasta, ha insistido en darle acogida y además proporcionarle un trabajo en su extensa mansión del Uruguay. Agradece los favores prestados por su familiar, llena su bolsa de viaje, recoge la cama mueble y se marcha con una sonrisa en la boca, esa sonrisa que solo puede provocar la recuperación de la dignidad. Mientras, el familiar acogedor, después de cerrar la puerta de sus tristes dominios, suspira elevando los ojos al techo ( en su casa no hay cielo) para inmediatamente ventilar la pequeña habitación donde el desgraciado de su hijo, hermano o primo pasó los peores días de su vida.

Una vez lejos de su provisional alojamiento, el pobre quema su inútil DNI y de la manera más digna y barata posible se quita la vida mientras tararea cualquier canción de Manolo Tena. Se mata simplemente para descansar sin tregua allí donde nadie le va a poder poner mala cara cuando meta su ropa interior en la lavadora o encienda el cigarrillo que ha comprado con el último euro que le quedaba.

Si señores del gobierno, den ustedes gracias a las familias de acogida, su maniobra para convertirlas en el único recurso provisional para los desgraciados ha conseguido que gran parte de ellos pierdan la dignidad y fuerza necesaria para acabar con sus políticas, y que la otra parte se haya puesto delante de un tren de cercanías en una curva sin visibilidad aligerando así la cifra de parados. Además, que coño, también han puesto a prueba el espíritu familiar y separado así el polvo de la paja existente en esta antigua institución. Como propina, y de paso, han legitimado una vez más la sabiduría del refranero español: "Las visitas dan alegría...y cuando se van... más todavía". Claro que, habrá de todo, digo yo.

Benito Sacaluga

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