3 de febrero de 2016

1936-2016 DOS AÑOS QUE SE TOCAN.




Acabamos de celebrar unas elecciones generales al cabo de 4 largos años de dominio de la derecha política, y estamos inmersos en un cambio radical del panorama parlamentario, coaliciones, pactos, apoyos,etc..copan la información en todos los medios de comunicación. Se me ocurre hoy recordar los acontecimientos de principios de 1936 cuando el Frente Popular ganó las elecciones generales a los derechistas de la CEDA poniendo fin a lo que las izquierdas republicanas dieron en llamar "Bienio Negro" (1933-1936) en el que la derecha española gobernante se obstinó en la ejecución de políticas encaminadas a la destrucción de los derechos adquiridos desde 1931. Sin duda podrán apreciar las similitudes entre lo que sucedió en 1936 y lo que hoy está sucediendo en España. 

Cabe aquí recordar que el Frente Popular nace de una coalición electoral creada a principios de 1936 e integrada por los principales partidos de izquierda, poner también de manifiesto que el Frente Popular no formo grupo parlamentario y por tanto sus componentes actuaban como minorías parlamentarias independientes. Tampoco entraron en el Gobierno hasta bien entrada la mal llamada Guerra Civil. Uno de los ejes del programa presentado por la coalición de izquierdas consistía en  la continuidad de la legislación reformista del primer bienio y la reanudación de los procesos de autonomía de las regiones españolas.

(1) Vamos a ver por primera vez a los partidos de derechas y de izquierdas luchando en términos aproximadamente iguales: cada uno había formado una combinación que aprovechaba plenamente las ventajas de la ley electoral. La CEDA había tenido al principio alguna dificultad para formar una liga que incluyera a los monárquicos, quienes estaban disgustados por las tácticas temporizadoras de aquélla, lo que no le impidió organizar una campaña de propaganda en una escala sin precedentes. Carteles gigantescos que representaban a Gil Robles en sus gestos y actitudes grotescas cubrían las ciudades castellanas. Al pie de ellos había letreros escritos en un tono fascista: «Gil Robles pide en nombre del pueblo el Ministerio de la Guerra y plenos poderes» «Todo el poder para el jefe» «Los jefes nunca se equivocan»

Sus discursos de elecciones fueron de extraordinaria violencia y consistieron solamente en insultos contra sus contrarios. Únicamente hizo vagas promesas electorales, aunque la mayoría de sus partidarios comprendieron que su victoria representaría el fin del gobierno parlamentario y la implantación de un régimen autoritario. Desde el año anterior Gil Robles y los suyos estaban convencidos de que nunca obtendrían la España que deseaban bajo unas Cortes libremente elegidas. Sin embargo, debemos notar que, a pesar de los fracasos en las provincias vascongadas y en Galicia, en donde el programa del Frente Popular prometía estatutos de autonomía, las derechas habían obtenido muchos más votos que en 1933, y que su menor representación en las Cortes era debida al hecho de ser un partido de minorías.

En cuanto al Frente Popular, no hay medio de saber la cantidad de votos obtenidos por cada partido de los que lo integraban. El número de los diputados elegidos reflejaba simplemente el acuerdo realizado entre ellos antes de las elecciones.

Así, los socialistas tuvieron 89 diputados. Izquierda Republicana (el partido de Azaña) 84, Unión Republicana (el grupo de Martínez Barrio que se había separado de los radicales hacía dos años) 37 y, los comunistas 16. Los que más ganaron con este acuerdo fueron estos últimos y los dos partidos republicanos. Lo que hizo inclinar la balanza fue el voto de los anarcosindicalistas. Aunque ni la FAI ni la CNT y menos aún  los Sindicatos de Oposición estaban representados en el Frente Popular, la inmensa mayoría de sus miembros votó por el mismo. 

Se puede pensar, pues, que el resultado de estas elecciones mostraba con toda exactitud la fuerza verdadera de las derechas y de las izquierdas en aquel momento crítico. Desgraciadamente la cuestión de compulsión y compra de votos complicó el asunto. Aunque en la mayoría de los lugares las elecciones habían sido ordenadas y pacíficas, las derechas se quejaron de que, en los barrios obreros, sus más tímidos partidarios no se habían atrevido a votar. Pero ¿qué diremos de la coacción de los caciques y terratenientes en regiones agrícolas? En los pueblos alrededor de Granada, por ejemplo, en donde los dos partidos contendientes eran fuertes, la policía prohibía que se acercara a las urnas todo aquel que no llevase cuello y corbata. Este fue, sin duda, un recurso extremo, aunque por toda España, allí donde las casas del pueblo estaban débilmente organizadas, campesinos y trabajadores votaron conforme les ordenaba el agente local por miedo a perder su trabajo. El insistente rumor de mal tiempo para aquel invierno, que vendría a aumentar el paro temporero, había dado a los terratenientes un fuerte motivo de presión y daban a entender claramente que sólo trabajarían aquellos que votaron por las derechas. Citando sólo un ejemplo diremos que el Dr. Borkenau, durante su recorrido de investigación seis semanas después de estallar la guerra civil, vio que los habitantes de Alia, un pueblo remoto del linde entre Toledo y Extremadura, mostraban un entusiasmo delirante por la causa socialista, a pesar de que en las anteriores elecciones, bajo la presión del agente de los terratenientes, había votado por las derechas. Desde luego, centenares de otros pueblos habían procedido del mismo modo.

La victoria del Frente Popular produjo la más grande expectación entre la clase trabajadora que había sostenido a las izquierdas y la correspondiente consternación en las derechas y centro. A despecho de cualquier cosa que los dirigentes de la CEDA pudiesen temer, la masa de este partido estaba segura de que ganarían. El resultado fue rápidamente considerado como mucho más que una simple derrota electoral. En lugar del hundimiento de todo lo hecho desde 1931, que ellos esperaban, se inauguraba una nueva etapa del proceso revolucionario.

En consecuencia, el pánico siguió al anuncio del resultado de las elecciones. Algunos pensaban que, en aquel estado de excitación, los socialistas y los anarquistas se alzarían en armas. Otros, con mucha más razón, temían un golpe de Estado por parte de las derechas. El primer ministro, Pórtela Valladares, declaró más tarde que Gil Robles y el general Franco le habían propuesto un golpe militar antes de que las Cortes se reunieran. De todos modos era una imprudencia el prolongar un solo día más la vida del gobierno. Portela Valladares dimitió sin esperar a la reunión de las nuevas Cortes y el presidente de la República encargó a Azaña la formación de un nuevo gobierno. Este promulgó al instante un decreto que liberaba a todos los presos que quedaban del alzamiento de octubre, unos 15 000. En algunos lugares habían sido abiertas ya las cárceles sin que las autoridades locales se atrevieran a impedirlo.

El pacto del Frente Popular en España había sido solamente un acuerdo electoral. La proposición original de Prieto de que debía ser formado un gobierno del Frente Popular había sido rechazada por su propio partido. Largo Caballero estaba resuelto a no volver a sentarse en el mismo gabinete con los republicanos. Todo lo que estaba dispuesto a conceder era el sostenerlos en las Cortes mientras realizaban su programa. Este programa era ostentativamente modesto. Ninguna socialización, ni aun la del Banco de España, estaba incluida en él. Su solo gesto positivo fue la presión hacia las reformas agrarias. Azaña personalmente hizo todo lo posible por tranquilizar a la opinión moderada. 

El año 1936, vio el elevamiento de dos partidos, el comunista y el falangista, desde muy pequeños principios hasta puestos de poder y de influencia sobre el país. Empecemos por los comunistas. Durante la dictadura de Primo de Rivera eran tan insignificantes que el gobierno no se tomó el trabajo de suprimir su periódico. Mundo Obrero. Tan influyentes llegaron a ser los comunistas que, al fin del año siguiente, en el acuerdo del Frente Popular,les fue asignada una representación que les daba dieciséis diputados en las nuevas Cortes. Esto representaba cuatro veces más de lo que el número de votos obtenido por ellos le hubiera autorizado a tener.

La marcha hacia el poder de la Falange fue similar a la de los comunistas, aunque más rápida y con más éxito. José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador, fundó Falange Española en 1932 y dos años más tarde la fusión con otros pequeños partidos fascistas como las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS).

Su dirigente, José Antonio, era un joven andaluz dotado de encanto personal y de imaginación. Hasta sus enemigos, los socialistas, no podían por menos que tenerle cierto afecto. En las discusiones de café acostumbraba a insistir en que estaba más cerca de ellos que de los conservadores. Apostrofaba a la República por que no socializaba los Bancos y los ferrocarriles y por tener miedo de emprender la reforma agraria con energía. En lo que no estaba de acuerdo con los marxistas era en su doctrina de la guerra de clases, que, según él, era corrosiva y disolvente. La solución que él presentaba era una armonía de clases y profesiones en un destino común, traducido en términos concretos, como el programa falangista con sus veintiséis puntos lo aclara, esto es simplemente fascismo ortodoxo.

La entrada de un blog no debe dar para más y aquí me quedo. Solamente invitarles a encontrar en el texto anterior las similitudes con la situación política actual, con Partido Popular, PSOE, Podemos, Ciudadanos y con sus respectivos líderes, Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera. Seguro que más de una encuentran.




Benito Sacaluga


(1) Gerard Brenan. El Laberinto español: antecedentes sociales y políticos de la guerra civil española. ISBN 978-84-08-08456-3

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