Desde que se convocó la huelga feminista para hoy, ocho de marzo, hemos tenido que asistir a incontables manifestaciones en contra de la misma. Manifestaciones de todo tipo y en cualquier medio de comunicación, incluso a pié de calle. La derecha rancia y no tan rancia junto con su medios afines, miembros del gobierno, del Partido Popular, de C's, gurús e intelectuales de medio pelo, bendecidos por miembros destacados de la iglesia católica, han corrido a tildar la huelga de politizada, algunos hasta de fiera maniobra del comunismo, y otros de obra del demonio.
En España no pasa el tiempo, al menos para algunos, para esos que siguen anclados en el franquismo más represor, cuyo número aumenta cada día. Para demostrarlo basta acudir a la documentación que existe desde el mismo día que dió comienzo la Guerra de España, especialmente en lo referido al trato dado a las mujeres, a esas mismas mujeres que con la llegada de la II República vieron que, después de decenas de siglos, sus derechos y libertades comenzaban a serles reconocidos, derechos y libertades que luego el franquismo les arrebató. Parece mentira que después de 80 años tengan que salir a las calles para reclamar su condición de iguales frente a los hombres.
Os dejó a continuación unos párrafos extraídos del trabajo "Cárceles y mujeres en Galicia durante el franquismo", realizado por María Victoria Martins Rodríguez y editado por la Universidad de Salamanca, que nos viene a corroborar las posiciones franquistas de todos aquellos que se manifiestan en contra de la huelga convocada para hoy:
" Galicia se convirtió en apenas unos días en un territorio conquistado por el llamado bando nacional. El ejército golpista se impuso en el territorio gallego con suma rapidez. El día 27 de julio de 1936 todo el territorio gallego había caído en manos de los golpistas. Los enfrentamientos y ciertos episodios de resistencia protagonizados por la población de diferentes localidades se concentraron en menos de una semana y no tuvieron un carácter bélico aparatoso. Se inició entonces un nuevo contexto bélico en Galicia caracterizado por la persecución social, política y económica de los desafectos y resistentes al golpe, por el reclutamiento forzoso de los mozos en edad militar, por la requisa de alimentos y dinero con destino a los frentes y por la consolidación de un nuevo régimen jurídico, político e institucional. La rapidez con que Galicia quedó bajo control de los golpistas propició que las cárceles gallegas de mujeres o los espacios habilitados para ello se convirtiesen en un laboratorio de estudio para lo que ocurrió en otros territorios que tardaron más tiempo en pasar a manos de los sublevados. En este sentido, Galicia funcionó como un escenario y «laboratorio» penitenciario para introducir mecanismos novedosos de detención, clasificación y organización de la represión de mujeres.
Este contexto de retaguardia de guerra propició un número ingente de varones huidos, cuya condición de perseguidos —en una supuesta suerte de clandestinidad ante las normas legislativas impuestas por las nuevas autoridades— provocó que muchas mujeres gallegas fuesen detenidas también, pero en este caso como mecanismo coactivo de presión sobre sus familiares fugados, en especial, sobre sus maridos, sobre sus hermanos o sobre sus padres, que se habían convertido en realidad en el verdadero objetivo de la persecución político-social de los militares golpistas. Es decir, la represión penitenciaria sobre las mujeres gallegas estuvo en muchos casos condicionada por esta relación de subsidiariedad con las «víctimas efectivas» —los hombres perseguidos sin denuedo por los represores—, de modo que ellas, las mujeres, se transformaron en muchos casos en «víctimas virtuales o tácitas», condicionadas por el grado de relación que mantenían con los hombres escapados. Digamos que las mujeres se convirtieron en rehenes del sistema de coerción impuesto por los sublevados. Su confinamiento en las cárceles —sean estas depósitos municipales, cárceles de partido, habilitadas o provinciales— o en otros espacios se va a caracterizar por esa condición de fianzas o recaudos, de modo que su régimen de entrada y salida en prisión se va a ver determinado por criterios de irregularidad, es decir, se verá regido por una significativa anormalidad en cuanto a su permanencia en el interior de las prisiones, criterio este de la permanencia que siempre había sido visto como estructurador de la concepción clásica de los espacios de reclusión.
En definitiva las detenciones de muchas mujeres gallegas se transformaron en un mecanismo de carácter apremiante con el fin de conseguir que muchos hombres relacionados familiarmente con aquellas se entregasen a las nuevas autoridades.
A la represión padecida por razones políticas, en el caso de las mujeres hay que sumarle la sufrida por su condición de género. La nueva estructura creada en Galicia a partir del triunfo de los rebeldes institucionalizó la vida de las mujeres. Las abocó a una función reproductora y doméstica que se consideraba que les correspondía por naturaleza. Varias investigaciones han señalado y analizado ya la doble represión que sufrieron las mujeres: la primera, la que correspondía a aquellas que se resistieron en mayor o menor medida al nuevo régimen; la segunda, la correspondiente a su condición de mujer. Un complejo entramado de represión, coerción y control social se mezcló con el propósito de devolver a las mujeres al lugar que tradicionalmente se les había asignado a través de un completo programa de acción que incluía medidas legales, educativas y morales. Todo ello pensando en la reconducción y reeducación de las mujeres.
El golpe militar y la subsiguiente represión trajeron una realidad realmente cruda para las mujeres. Lo cotidiano se transformó en una lucha diaria por la subsistencia. Tenían que resistir, no tanto por ellas mismas, sino por sus mayores y por sus niños, propios y ajenos, ya que se hicieron cargo también de muchas criaturas desamparadas por el conflicto bélico, la represión y la miseria.
Sin embargo, existe un grupo femenino que se convertirán en víctimas efectivas de la represión franquista: son aquellas mujeres de ideas avanzadas y singulares, aquellas que se habían visualizado socialmente en actos cívicos y políticos como manifestaciones, asambleas o mítines políticos. Todo ello se consideraba impropio de una mujer. Contra ello, se puso en marcha una violencia correctiva en forma de asesinato paralegal y de dilatadas detenciones gubernativas sin acusación formal alguna y sin ser puestas a disposición judicial. Se estigmatizaba a la mujer comunista como mujer combativa, peligrosa, descarada y grosera. En su libro Galicia y el Movimiento Nacional, el sacerdote Silva Ferreiro les achacaba el hecho de que los hombres acabasen violando a las mujeres y las acusaba de desviarse de su destino. Significadas militantes de izquierda fueron culpabilizadas del fusilamiento de sus compañeros. Un caso sumamente delicado fue el de Urania Mella, quien hubo de enfrentarse con la amargura y la aflicción del abandono familiar a causa de la mala opinión que habían inoculado en sus hijas los familiares de su marido, fusilado en 1936.
Un segundo grupo de represaliadas lo constituyen las mujeres acusadas de colaborar con los opositores, con los desafectos o con los huidos. Normalmente, eran familiares o vecinos que se encontraban en paradero desconocido o escondidos en lugares próximos. Este grupo se incrementó cuando cayó definitivamente la resistencia a finales del mes de julio de 1936 y cuando se produjo una especie de estampida de aquellos que se consideraban en peligro. Nuevamente la mujer desempeñará un papel clave en la supervivencia de esos huidos. Serán ellas las encargadas de enfrentarse con las nuevas autoridades, quienes las utilizaron, como ya hemos señalado, como mecanismo de coacción para capturar a sus familiares o compañeros huidos. Resultó frecuente el confinamiento de las mujeres en sus propios domicilios, en especial de aquellas relacionadas de nuevo con republicanos huidos. Tal medida reducía la posibilidad de auxilio sobre sus familiares y quedaban expuestas una vez más a ser utilizadas como medida de presión y coerción.
El regreso al rol tradicional de la mujer producido con la guerra civil va a tener su lado más oscuro en la represión de las vencidas sobre su propio cuerpo. Se hará a través de modalidades de humillación como rapar, purgar y violar. En cualquier caso, son muy pocos los casos documentados de violación, bien por el silencio de las víctimas, bien porque fueron directamente asesinadas, bien por el desinterés en investigar estos hechos, o bien por la ausencia de comisiones de la verdad cuando se salió de la dictadura franquista".
Que nadie lo dude, para la derecha la mujer siempre será, exclusivamente, un "ama de casa" y habrá de ser sumisa, será mano de obra barata, y aquellas que se rebelen en defensa de sus derechos serán tildadas de peligrosas activistas y perseguidas tanto como el sistema permita. Hoy está pasando.
Jordi Grau me acaba de hacer llegar un documento de especial relevancia en relación con el día de hoy, se trata de un trabajo llevado a cabo por Maria Isabel Jiménez Barroso, Master en Estudios Feministas. Instituto de Investigaciones Feministas. Universidad Complutense de Madrid, que lleva por título: "Ni el fallecimiento, ni la ausencia...Mujeres represaliadas por el Tribunal de Responsabilidades Políticas en la provincia de Cuenca (1939-1950)", y que comienza con un párrafo de Tomasa Cuevas Gutierrez, comunista y activista antifranquista, represaliada por el franquismo desde 1939, fallecida en 2007. Miembro de la Asociación Catalana de Expresos Políticos, galardonada por la Generalitat de Catalunya con la Cruz de Sant Jordi, y por el Gobierno de España con la Medalla al Mérito. En 2017 fue homenajeada. Nos decía Tomasa Cuevas:
“Ha muerto el dictador, y previa documentación legal, volvemos a casa.
Seguimos luchando por la amnistía de los presos políticos, por la libertad y la democracia, por la legalización de nuestro Partido, y hoy seguimos luchando por la paz.
Paz y democracia para todos los pueblos oprimidos. Paz para todo el mundo”.
Ya de la autora, podemos leer:
"El impulso incipiente que habían tomado las mujeres durante la II República, se vio cercenado durante la dictadura que surgió del golpe de estado del 18 de julio de 1936, sobre todo durante la represión de los primeros años de la posguerra.
La sociedad española de posguerra fue una sociedad profundamente dividida, aunque aparentemente indiferente. Con un dolor también profundo, debido a los muchos duelos sufridos y con una necesidad casi física de descanso, aunque no de olvido.
La iglesia, el alcalde, la guardia civil y el juez fueron los poderes fundamentales con los que el Nuevo Estado cimentó su influencia en la vida cotidiana de posguerra: controladores de la moral y el pensamiento, canalizadores de las delaciones de vecinos contra vecinos, siendo ellos también delatores a la vez que verdugos de los vencidos.
A estos poderes visibles, habría que añadir un quinto y un sexto poder, éstos invisibles, el de la propaganda y el miedo. Una propaganda que sirvió a un doble propósito. Por un lado, exaltando al bando vencedor de la guerra, dotándolo de un aura mítica y mística, que les llevaría a representar a los “salvadores de la Patria” y, por otro lado, distorsionando la historia y haciéndola converger, una y otra vez, a sus propósitos de raza ibérica, de pureza y comienzo, de “regeneracionismo”.
Esta propaganda se coló de manera transversal por todas partes: en la prensa, en la escuela, en la mente y en las consciencias de la gente de a pié. Como una lluvia fina que, lentamente, fue calando en todas las superficies, incluso en buena parte también de la memoria colectiva.
De esta forma se fue consiguiendo que la guerra fuera percibida como un mal necesario que había que olvidar y no repetir, que la II República fuera más una entelequia que algo que había tenido lugar realmente, que la guerrilla que continuaba luchando en nombre de esa República, refugiada en montañas, fuera silenciada, que la multitud de presos y presas que malvivían en campos de concentración y luego en cárceles no fueran importantes más que para sus propias familias, y que dentro de esa película que se contaba machaconamente hubiera dos bandos muy definidos y muy diferentes, los “patriotas” y los “rojos”.
Esa era la España oficial, luego estaba la otra España, pero esa lentamente, y gracias a la operación de cirugía y propaganda que se estaba llevando a cabo, iba dejando de ser visible para la mayoría de los españoles, unas veces de una forma consciente, por miedo y necesidad de subsistir, y otras veces, simplemente, por ignorancia."
Me dicen ahora, mientras escribo, que la Huelga está teniendo un éxito sin precedentes, enhorabuena a las convocantes y gracias a sus protagonistas, a las mujeres.
A partir del trabajo de Tomasa Cuevas se realizó el video "Las mujeres presas del dictador Franco", un sincero homenaje a las mujeres luchadoras, el cual os recomiendo
Salud y República.
Benito Sacaluga
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