Parece que definitivamente no se va a hacer publica la lista de los invitados a la recepción palaciega posterior a la proclamación de Felipe VI como rey de esta España "renovable". Una España en la que, según el rey, cabemos todos, siempre y cuando que él lo estime conveniente, pero que no cabe en el palacio de Oriente, y por tanto hay que elegir a los invitados. El populacho, como siempre, en la calle vitoreando y aplaudiendo mientras la Corte hace piruetas en el salón de baile de un palacio deshabitado y el pueblo es perseguido por la policía por no sumarse a una proclamación con la que no está de acuerdo, al mismo tiempo que temeroso intenta sacar del macuto esa bandera de tres colores que es para la monarquía como la cruz para los vampiros, letal.
No parece justificado que la lista de asistentes no se publique, el acto fue supuestamente público y todos pudimos ver los cabezazos y genuflexiones de aquellos cortesanos por un día y súbditos de por vida, requisito indispensable para el acceso a los "canapieses" de Mallorca, entre los que seguro no faltaron los de tortilla española con banderita en el palillo. Allí llegaron en autobuses al igual que Franco hacia con los jubilados para llenar la Plaza de Oriente y soltar brazo en alto eso de "Arriba España" al lado del papá de Felipe, no parece que las cosas hayan cambiado mucho. Luego, colocados en fila india y muy ordenadamente desfilaron ante los monarcas, para una vez ante ellos efectuar esa paradilla sacada de las juras de bandera, ahora transformada en una jura de corona a la que solo le faltó el beso, imagino que por higiene y exigencias del protocolo que no por falta de ganas de los cortesanos.
La verdad es que a mi personalmente me importa un bledo saber quién rindió pleitesia a los reyes, pero si que me gustaría saber quien de los invitados no acudió al evento alegando problemas de agenda, de salud...o de ética. Alguno habrá.
Pues bien ya tenemos nuevo rey y nueva corte, una nueva corte cuyos miembros se ocultan al pueblo, a pesar de que todos sabemos que desde que se construyó el primer trono son los cortesanos los que redactan los discursos, llenan las arcas reales y es su élite la encargada de las intrigas palaciegas y de recaudar los tributos a un pueblo acobardado por el pendón que abre paso a los lanceros.
A mi las hipócritas palabras del rey a los españoles y su misteriosa lista me recuerdan aquello de "Muchos serán los llamados pero pocos los elegidos"
Benito Sacaluga
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