Desde el mismo momento en que Podemos consiguió más de un millón doscientos mil votos en las pasadas elecciones europeas se vienen produciendo en España determinados fenómenos que han dado un vuelco total a la situación política, social e institucional. Desde entonces hemos visto como el rey abdica, el PSOE se descompone y el PP refuerza su rancio discurso. Unos y otros han sido victimas de un ignorado contrincante político recién llegado a escena. Pocos meses en nuestra historia han sido testigos de tantos acontecimientos políticos y sociales como los acontecidos en el pasado mes de mayo y el actual junio. Quieran o no reconocerlo desde las derechas españolas (PP-PSOE/2) el detonante ha sido Podemos, la mecha sus votantes y la carga explosiva la indignación generalizada de los españoles con un sistema político y unos gobernantes ajenos a los problemas de la sociedad trabajadora.
En pocos días se ha revolucionado el patio y el ruido producido ha conseguido despertar a muchos españoles. Españoles que hoy y ahora empiezan a preguntarse como es posible que hayamos llegado a la situación de penuria actual al mismo tiempo que se dan cuenta de lo extremadamente difícil que resulta desbancar al poder político (PP-PSOE) que les ha llevado a una situación insostenible, a una pesadilla real que ha sumido a gran parte de los españoles en un estado de shock. Un estado que les confunde y atemoriza impidiendo que la realidad se perciba como cosa cierta en lugar de la interpretación que de la misma efectúan los partidos, las instituciones y los medios de comunicación.
La defensa de la monarquía es el tema principal en cualquier informativo, los argumentos no se centran en demostrar las ventajas del sistema, si acaso se acude a ensalzar a otras monarquías europeas con especial énfasis en la británica sin que en ningún momento se haga alusión al mayúsculo escándalo de la muerte de Diana de Gales, cerrado en falso sin que a nadie convenzan los argumentos esgrimidos, una muerte impregnada de unos aditivos sucesorios y de alcoba que desde tiempos inmemoriales se vienen produciendo en todas las casas reales.
Con la boca pequeña se llega a reconocer que la entronización de Juan Carlos I fue una exigencia de las fuerzas armadas, o rey o golpe de estado militar, mientras que a voz en grito se magnifica la intervención del rey en el 23F olvidando que para nada está descartada su intervención en el mismo y también que el rey es un mero instrumento sin autonomía en la toma de decisiones de estado dentro del marco constitucional.
Una defensa de la monarquía que se basa principalmente, casi de forma exclusiva, en la demonización de la II República haciéndola responsable de los males de todos los españoles e incluso de haber propiciado la guerra civil, falacias para desinformados que ni sus propios voceros se creen. Paralelamente se introducen en el argumentarlo anti republicano desafortunadas comparaciones con sistemas republicanos anti democráticos como por ejemplo el norcoreano. En definitiva una defensa de la monarquía basada en unas virtudes que no tiene y en el ataque al sistema republicano desde la manipulación de la historia y la desinformación, armas que son posibles gracias al cierre en falso de la historia que los actores franquistas de la transición exigieron a cambio de la transición misma.
Lamentablemente la izquierda española, una izquierda en la que de ninguna de las maneras se puede incluir al PSOE actual, ha entrado al trapo de la derecha más conservadora admitiendo en el debate la inclusión de la figura de la II República, un debate perdido a causa de setenta y cinco años de manipulación informativa y educativa, un obstáculo difícil de superar. El concepto de monarquía, aunque de forma simple, es conocido por los españoles de hoy, lo están viviendo, en contraposición el concepto de república les es completamente desconocido a la mayoría y aún más está considerado como un riesgo grave que no vale la pena correr, al mismo tiempo que califican a sus defensores como activistas revolucionarios y el gobierno alerta de graves atentados anarquistas.
Hace ya tiempo que el concepto república a secas debería haber formado parte de los libros de texto sin que hubiese lugar a manipulaciones, en su lugar se ha incluido el sistema monárquico como único garante del sistema democrático poniendo el acento en lo personal, en la figura del rey y de su sucesor en lugar de hacerlo en sus características esenciales y evitando en la medida de lo posible tantos episodios desastrosos padecidos por los españoles como consecuencia de la monarquía, tantos que son difíciles de enumerar y de los que por su proximidad en el tiempo quiero citar la entrega del poder al ejercito por parte del abuelo de Juan Carlos I en 1923 o la solicitud que el padre de éste efectuó a Franco para combatir contra la República nada más iniciada la sublevación militar de 1936. Pretender que la monarquía es apolítica es un ejercicio de sublime idiotez, sus intereses siempre y desde sus inicios más remotos han estado ligados al capital y su continuidad garantizada por los ejércitos y las iglesias, "quid pro quo". El pueblo siempre ha sido explotado y lo sigue siendo.
El rey de esta España y el que lo será son meros monigotes al servicio de los poderes económicos, protocolo inútil, presidentes de desfiles militares, entregadores de diplomas, modelos para infinidad de álbumes de fotos y porcelanas baratas con el pie de ·"Recuerdo de España", unos reyes que se nos venden falsamente como garantes de la paz pero que en absoluto han sido ni serán garantes ni de la paz ni de aquellas libertades que pongan en peligro su permanencia y las de sus colaboradores, de los que manejan los hilos de esa marioneta que es la Casa Real utilizando como escudo una Constitución nacida del miedo y de la amenaza.
Dentro de nada veremos a los nuevos reyes, el rey con uniforme militar (¿?) pasear sonrientes por las calles de Madrid, por esas calles céntricas de las que se habrán retirado a los miles de mendigos que cada día las frecuentan, alejadas de los barrios obreros, de esos barrios que los reyes nunca han visitado ni visitarán, les veremos recibir vítores y aplausos de una muchedumbre que no representa a nadie, lo malo es que ellos lo saben, son conscientes de la oposición a la monarquía de al menos la mitad de los españoles y aún así se empeñan en subir a un trono que no es más que una triste pieza de museo desde el que seguir engañando a las clases trabajadoras en beneficio de un sistema que se las ha comido.
Así, en medio del shock en que están sumidos los trabajadores, provocado por una mezcla de impotencia, escepticismo, pobreza, paro y miedo será coronado el Príncipe de Asturias como rey de España, simplemente porque Franco así lo quiso en 1947, al igual que lo fue Juan Carlos de Borbón.... y ya van dos y ya van setenta y cinco años sin que en España exista en la práctica una Jefatura del Estado. Una coronación en la que no se admite la más mínima manifestación popular en contra, si alguien quiere conocer por dentro las dependencias de una comisaria madrileña solo tiene que acudir a la Gran Vía con una bandera republicana al paso del Rolls Royce de Felipe VI, garantizado.
Benito Sacaluga.
La defensa de la monarquía es el tema principal en cualquier informativo, los argumentos no se centran en demostrar las ventajas del sistema, si acaso se acude a ensalzar a otras monarquías europeas con especial énfasis en la británica sin que en ningún momento se haga alusión al mayúsculo escándalo de la muerte de Diana de Gales, cerrado en falso sin que a nadie convenzan los argumentos esgrimidos, una muerte impregnada de unos aditivos sucesorios y de alcoba que desde tiempos inmemoriales se vienen produciendo en todas las casas reales.
Con la boca pequeña se llega a reconocer que la entronización de Juan Carlos I fue una exigencia de las fuerzas armadas, o rey o golpe de estado militar, mientras que a voz en grito se magnifica la intervención del rey en el 23F olvidando que para nada está descartada su intervención en el mismo y también que el rey es un mero instrumento sin autonomía en la toma de decisiones de estado dentro del marco constitucional.
Una defensa de la monarquía que se basa principalmente, casi de forma exclusiva, en la demonización de la II República haciéndola responsable de los males de todos los españoles e incluso de haber propiciado la guerra civil, falacias para desinformados que ni sus propios voceros se creen. Paralelamente se introducen en el argumentarlo anti republicano desafortunadas comparaciones con sistemas republicanos anti democráticos como por ejemplo el norcoreano. En definitiva una defensa de la monarquía basada en unas virtudes que no tiene y en el ataque al sistema republicano desde la manipulación de la historia y la desinformación, armas que son posibles gracias al cierre en falso de la historia que los actores franquistas de la transición exigieron a cambio de la transición misma.
Lamentablemente la izquierda española, una izquierda en la que de ninguna de las maneras se puede incluir al PSOE actual, ha entrado al trapo de la derecha más conservadora admitiendo en el debate la inclusión de la figura de la II República, un debate perdido a causa de setenta y cinco años de manipulación informativa y educativa, un obstáculo difícil de superar. El concepto de monarquía, aunque de forma simple, es conocido por los españoles de hoy, lo están viviendo, en contraposición el concepto de república les es completamente desconocido a la mayoría y aún más está considerado como un riesgo grave que no vale la pena correr, al mismo tiempo que califican a sus defensores como activistas revolucionarios y el gobierno alerta de graves atentados anarquistas.
Hace ya tiempo que el concepto república a secas debería haber formado parte de los libros de texto sin que hubiese lugar a manipulaciones, en su lugar se ha incluido el sistema monárquico como único garante del sistema democrático poniendo el acento en lo personal, en la figura del rey y de su sucesor en lugar de hacerlo en sus características esenciales y evitando en la medida de lo posible tantos episodios desastrosos padecidos por los españoles como consecuencia de la monarquía, tantos que son difíciles de enumerar y de los que por su proximidad en el tiempo quiero citar la entrega del poder al ejercito por parte del abuelo de Juan Carlos I en 1923 o la solicitud que el padre de éste efectuó a Franco para combatir contra la República nada más iniciada la sublevación militar de 1936. Pretender que la monarquía es apolítica es un ejercicio de sublime idiotez, sus intereses siempre y desde sus inicios más remotos han estado ligados al capital y su continuidad garantizada por los ejércitos y las iglesias, "quid pro quo". El pueblo siempre ha sido explotado y lo sigue siendo.
El rey de esta España y el que lo será son meros monigotes al servicio de los poderes económicos, protocolo inútil, presidentes de desfiles militares, entregadores de diplomas, modelos para infinidad de álbumes de fotos y porcelanas baratas con el pie de ·"Recuerdo de España", unos reyes que se nos venden falsamente como garantes de la paz pero que en absoluto han sido ni serán garantes ni de la paz ni de aquellas libertades que pongan en peligro su permanencia y las de sus colaboradores, de los que manejan los hilos de esa marioneta que es la Casa Real utilizando como escudo una Constitución nacida del miedo y de la amenaza.
Dentro de nada veremos a los nuevos reyes, el rey con uniforme militar (¿?) pasear sonrientes por las calles de Madrid, por esas calles céntricas de las que se habrán retirado a los miles de mendigos que cada día las frecuentan, alejadas de los barrios obreros, de esos barrios que los reyes nunca han visitado ni visitarán, les veremos recibir vítores y aplausos de una muchedumbre que no representa a nadie, lo malo es que ellos lo saben, son conscientes de la oposición a la monarquía de al menos la mitad de los españoles y aún así se empeñan en subir a un trono que no es más que una triste pieza de museo desde el que seguir engañando a las clases trabajadoras en beneficio de un sistema que se las ha comido.
Así, en medio del shock en que están sumidos los trabajadores, provocado por una mezcla de impotencia, escepticismo, pobreza, paro y miedo será coronado el Príncipe de Asturias como rey de España, simplemente porque Franco así lo quiso en 1947, al igual que lo fue Juan Carlos de Borbón.... y ya van dos y ya van setenta y cinco años sin que en España exista en la práctica una Jefatura del Estado. Una coronación en la que no se admite la más mínima manifestación popular en contra, si alguien quiere conocer por dentro las dependencias de una comisaria madrileña solo tiene que acudir a la Gran Vía con una bandera republicana al paso del Rolls Royce de Felipe VI, garantizado.
Benito Sacaluga.
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