La palabra "Majestad" deriva del latín y quiere decir "Grandeza". Los reyes han exigido este tratamiento y el pueblo se lo ha ido otorgando a lo largo de los tiempos. Fue Enrique VIII el primer rey occidental en asumir ese tratamiento al mismo tiempo que ejercía el poder más absoluto de entre todos los reyes ingleses que lo habían sido hasta su llegada al trono, todo ello con la inestimable ayuda de la Iglesia. Un trono que su padre había adquirido ejerciendo el derecho de conquista, es decir lo que hoy se conoce como golpe de estado militar, derrotando por las armas a los ejércitos de Ricardo III. Luego vinieron los matrimonios de conveniencia y llegó a casarse hasta en seis ocasiones, una de ellas con una hija de los muy españoles Reyes Católicos. Como es difícil concebir la "grandeza" sin estar acompañada del "poder", los monarcas siempre tratan de conseguir el mayor poder posible sin reparar en medios ni consecuencias. Así a más poder más grandeza. Una verdadera aberración que se nos explicita simplemente con el recuerdo de Adolf Hitler. Un poder, el de los monarcas, que reside principalmente en la fuerza de sus ejércitos y sus provechosas conquistas, aunque pueblos enteros sean arrasados en exclusivo beneficio de, por lo general, personajes que lejos de ser "grandes" son más bien mediocres.
En España, no sé si hay alguna coincidencia en otros reinos, existe oficialmente desde el reinado de Carlos I el título de "Grande de España". Aunque parezca difícil de creer todavía hoy en España sigue existiendo una corporación que se encarga de "administrar y regular" todo lo relacionado con los Grandes de España, una organización que pagamos entre todos y cuya Diputación de la Grandeza y Consejo están desde 1999 compuestos por el decano y 60 diputados; de éstos 40 y el decano elegidos entre los grandes y 20 elegidos entre los títulos del reino sin grandeza, además hay dos diputados más en representación de cada cuerpo de nobleza, maestranza y por cada orden militar (Real Consejo de Órdenes). El desempeño de los cargos es por cuatro años y sus titulares son reelegibles, todo ello posible gracias al Art.62 de la Constitución de 1978. Artículo que espero y deseo desaparecerá, estoy seguro, cuando la monarquía deje de ser nuestra forma de Estado y de paso Esperanza Aguirre, esa señora que pretende ser alcaldesa de la capital de España tenga que guardar su título de Grande de España en uno de los muchos baúles que a buen seguro tiene en su palacete madrileño. Que una Grande de España pretenda velar por los intereses de un pueblo como el madrileño es un despropósito, que los madrileños le otorguen su voto lo es aún más. Que exista un rey en España ya es de por si un anacronismo, que existan nobles y Grandes de España ya es de traca.
Como no puede ser de otra manera debo aludir en esto de la "grandeza" al actual rey de España. Puede que sea un monarca "grande" por herencia, pero carece absolutamente de poder alguno exceptuando el que pueda ejercer sobre el personal de servicio de su Casa. El discurso que pronunció el pasado día 24 nos viene a demostrar que no es más que un servidor, no de España, si del Gobierno de turno. Un discurso donde la "grandeza" que se le ha otorgado gratuitamente brilló por su ausencia. Perdió la oportunidad de exigir la salida de los mercaderes y ahondó en la herida de los españoles más desfavorecidos pidiéndoles ilusión mientras que estos últimos se enfrentaban a una cena de Nochebuena en un comedor social o contaban las horas que faltaban para la ejecución del desahucio de sus viviendas. Pide esfuerzos contra la corrupción mientras mantiene a su hermana en la lista sucesoria al trono de esta España que "dejó" de ser monárquica para ser Juancarlista y a la que ahora se le impone la obligación de ser Felipista. Mientras que desaparecen de los sumarios judiciales correos electrónicos comprometedores para su regio padre, y puede que hasta para él, nos pide confianza ciega en la justicia. Mientras que el Gobierno Central se querella contra Artur Mas por convocar una consulta ciudadana nos dice que nunca en España se ha disfrutado de una democracia tan amplia como la actual. Mientras que las victimas del franquismo siguen en las cunetas por obra y gracia de Mariano Rajoy nos habla de solidaridad, respeto y hermandad entre todos los habitantes de su reino. Mientras que a más de cien mil enfermos de hepatitis C se les niega el medicamento que les salvará la vida nos habla de progreso y bienestar social. Mientras las nuevas leyes del Partido Popular convierten a las fuerzas de seguridad en un elemento de represión ciudadana nos habla de libertad. Todo un repaso de pintura barata sobre una pared llena de grietas.
De "grandeza" nada de nada.
Benito Sacaluga.
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