El próximo 20 de diciembre se cumplirán 41 años del atentado que acabo con la vida del almirante Carrero Blanco, presidente del Gobierno. Una operación dirigida hacia el centro de la línea de flotación del régimen franquista. Los diarios y cronistas de la época acordaron divulgar una unánime repulsa de la opinión pública hacia el atentado. Se publicó en los diarios que “muchísimas” personas acudieron a la Presidencia del Gobierno para firmar en los pliegos allí colocados, y también que el entierro resultó una demostración de duelo nacional. Nada más lejos de la realidad, si bien los demócratas condenaron la forma en que se produjo la muerte de Carrero, un atentado terrorista, ninguno de ellos tenía motivos para lamentar un magnicidio que suponía una rendija en la puerta blindada del régimen, más aún en plena decadencia física del dictador. Por supuesto el príncipe Juan Carlos encabezó el cortejo fúnebre.
Las representaciones de países extranjeros en el duelo fueron exiguas: Marcelo Caetano, jefe del gobierno portugués, Gerald Ford, vicepresidente de los Estados Unidos, Wermer Meinhofer, ministro de Asuntos Especiales de la República Federal Alemana, Michel Poniatowski, ministro de Sanidad de Francia, John Davies, ministro de Estado del Reino Unido y el ministro de Estado de Marruecos, Bahinini. En total solo seis países enviaron representantes. Seis altos cargos extranjeros que tuvieron la oportunidad de presenciar como, cuando el cortejo fúnebre llegaba a la Plaza de Gregorio Marañón, la multitud entonó con fuerza el “Cara al Sol”.
El Régimen no abandonó a la familia de Carrero, por Decreto fue ascendido a capitán general a título póstumo. Asimismo, y siguiendo ya algo tradicional, Franco nombró a Carrero Duque de Carrero Blanco, para sí, sus hijos y descendientes.
De los pormenores del atentado, sus autores y la biografía de Carrero Blanco existe más que numerosa información publicada y a través de Internet se pueden obtener todo tipo de datos y opiniones, por tanto me limitaré a exponer a continuación parte de lo declarado públicamente por el almirante, declaraciones que deberían servir para forjar una opinión de su sentir político e ideología. Yo viví los acontecimientos y mi opinión como espectador no cuenta ahora, aunque es fácil de adivinar, sin embargo para aquellos que nacieron en democracia puede que lo que sigue les sea de utilidad para comprender quién era Carrero Blanco, más aún ahora que el Ayuntamiento de Madrid coloca una placa en su honor a causa de su condición de victima de un acto terrorista. (¿?)
En cierta ocasión Carrero Blanco expuso:
“Llevo treinta años junto al caudillo. Es inmenso el privilegio que me ha sido concedido: estar al lado de un hombre que ha hecho por España lo que no se había hecho nunca. Yo he trabajado, simplemente”
Poco más de seis meses ocupó Carrero la presidencia del Gobierno, al presentarse a las Cortes pronunció un discurso político, el que no faltaron sus muestras de adhesión y fidelidad al dictador:
“Soy un hombre totalmente identificado con la obra política del Caudillo, plasmada doctrinalmente en los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional y a las Leyes Fundamentales del Reino. Mi lealtad a su persona y a su obra es total, clara y limpia. Sin sombra de ningún íntimo condicionamiento ni mácula de reserva mental alguna. Y como consecuencia lógica de esta identificación mía con la obra política del Caudillo, declaro igualmente mi lealtad, con la misma claridad y la misma limpieza, al Príncipe de España, su sucesor a título de Rey en la Jefatura del Estado. Quiero expresar en primer lugar que recibo de Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936 en medio de tantos sacrificios y tantos sufrimientos, tristes, pero necesarios para que nuestra patria encauzase de nuevo su destino. Sobre la base de estas lealtades mi significación política, señores procuradores, está bien clara. Soy un hombre del Movimiento Nacional. Y si entre los hombres del Movimiento, entre la gran masa de españoles que aceptan sus principios que son permanentes e inalterables, y las Leyes que integran nuestro sistema institucional sin reservas mentales de ninguna especie; se admite la posible existencia de matices, sectores, grupos o también lo que se ha dado en llamar “familias políticas”, quiero indicar, igualmente, que estoy con todos en general y con ninguno en particular.”
El diario Arriba, órgano de prensa del Régimen, publicó el día después del atentado una antología del pensamiento político de Carrero Blanco, de la que extraigo algunos párrafos:
Su pensamiento sobre el Movimiento Nacional no podía ser más diáfano:
“El Movimiento nacional tiene como conceptos claves: la unidad, la justicia social y la supeditación al bien común de todos los intereses personales y colectivos. Estos tres conceptos son básicos e irrenunciables. Por ello, todo lo que propenda a la creación de banderías en el seno de la sociedad, atentando a su unidad; todo interés que trate de frenar la marcha hacia la plena justicia social y todo lo que trate de supeditar al bien común a los individualismos, es intrínsecamente malo y debe ser evitado y corregido. La intransigencia es un defecto humano cuando se trata de cosas accesorias; pero es un deber indeclinable cuando lo que está en juego son cuestiones fundamentales. Confundir lo fundamental con lo accesorio es un peligro contra el que hay que estar permanentemente prevenidos”.
Sobre la Guerra Civil provocada por la rebelión militar de su admirado Caudillo nos dice lo siguiente:
“En nuestra guerra de 1936 a 1939 no se ventilaban ni pleitos dinásticos, ni cuestiones de régimen político interno, ni intereses privados ni colectivos de ninguna especie; se trataba simple y llanamente de defender nuestra independencia como nación y nuestra fe como cristianos. Nuestra guerra no fue, pues, una guerra civil; fue una guerra de Liberación y una Cruzada. Fue una guerra de Liberación, pues lo que estaba en juego era nuestra independencia como nación. En cuanto al calificativo de Cruzada, son Cruzadas las luchas en defensa de la fe.”En relación con la autoridad su concepto era el siguiente:
“La salvaguardia de la justicia, del orden, de la paz interior y la tutela del bien común cumpliendo y haciendo cumplir las leyes, que es la función básica de todo Gobierno, exige el ejercicio de la autoridad, y ellos entraña fortaleza y energía, sobre todo en los momentos actuales del mundo, caracterizados en no pocos aspectos por claros síntomas de crisis de autoridad.”Sobre la justicia, ante el Consejo Nacional el uno de marzo de 1973, decía:
“Los principios del Movimiento Nacional, igualmente alejados de las concepciones marxistas y capitalistas, imponen el análisis del perfeccionamiento de las estructuras económicas y sociales a la luz de las exigencias de la justicia social en relación con la concepción de la empresa. La lucha contra la inflación, la cada día más perfeccionada distribución de la renta en la comunidad nacional, los problemas de la migración exterior o interior y los de ordenación del territorio, defensa de la naturaleza y calidad de vida.”
Estas palabras, opiniones y manifestaciones, llevadas a cabo por el presidente del Gobierno de una dictadura férrea, tal y como lo fue España desde 1939 y hasta 1976, vienen a representar, a mi modo de ver, la esencia de un fascismo fanático totalmente alejado de la realidad, para otros quizás sigan siendo un ideal y una posición irrenunciable, para otros simplemente un régimen autoritario.
Si repasamos las palabras del presidente Carrero, poco esfuerzo tendremos que hacer para encontrar ciertas similitudes entre su pensamiento y el del actual presidente español, sobre todos si valoramos los conceptos de independencia, unidad, justicia, autoridad y libertad, y más aún si consideramos que al día de hoy la condena del franquismo es un tema inaceptable para el Partido Popular.
Benito Sacaluga
Fuente: "6 magnicidios políticos".E.Comín Colomer. Ed.San Martín. ISBN: 84-714-085-5
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